Ana María, 7 años, escribió su carta a los Reyes Magos en un ordenador y la envió a sus majestades por Internet. En la carta no sólo les pedía sus regalos, sino que hablaba de ella, de cómo es de ansiosa o indisciplinada, de los malos comportamientos de los que luego se arrepiente y hasta de sus padres y sus hermanos con algunos detalles. Pero la sorpresa de la niña es que no habían pasado unas horas y ya los Reyes le contestaban, creo que avisándola de lo que iban a traerle y lo que no, y de aquello en lo que fallaba y por lo que no se hacía merecedora de cierto premio.
Las cosas que le contaban de su vida parecían indicar que los Reyes la conocían mucho. La niña nunca le ha extendido la mano a una bruja para que le lea la suerte, respondiendo a unas preguntas que las brujas hacen previamente para sacar luego sus deducciones y sorprender así al cliente, con lo que es fácil que ahora atribuya a los Magos esa omnipotente capacidad de adivinación.
Pero tan sorprendido como Ana María quedaba uno de la capacidad de la red para albergar también la magia, para acoger la ilusión que con frecuencia se quiebra o se maltrata en la sociedad de la comunicación y alimentar la inocencia. Los Reyes Magos son unos cómodos habitantes de Internet porque en la red todo reino es posible. Cada vez se accede más temprano a los nuevos instrumentos tecnológicos, pero cada vez es más necesario defender la necesidad de soñar.
La red descubre nuevos tipos de relación, facilita nuevos métodos de análisis, posibilita formas distintas de negocio y son innumerables sus instrumentos prácticos, pero también fomenta la imaginación, permite compartir la tradición y estimula no sólo la razón sino la irracionalidad que precisan nuestras vidas. Las ilusiones, los sueños y los mitos no perecen, se transforman en nuevas lecturas, se actualizan en respuestas hasta ahora inéditas.
Fuente.: laopinion.es
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